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Germán Llorente

LA INCREÍBLE HISTORIA DE FÉLIX Y RALF

Prólogo

Era una fría tarde de otoño, de aquellas en las que el sol se ve tapado por unas nubes que no se deciden a ponerse a llover. Las calles estaban completamente vacías, salvo una excepción, un niño se había atrevido a salir a la calle. Quién iba a decir que aquella tarde se formaría una gran amistad.

Iba brincando y cantando jubilosamente, como si estuviera desafiando a las nubes a ponerse a llover y fastidiarle su alegría. Era un niño bastante alto y “grande”, por no decir gordo de manera insultiva. Llevaba una sudadera roja con su nombre, Félix, estampado en ella; pantalones de chándal y una mochila de John Cena. Tenía un acento extraño que le hacía pronunciar exageradamente la letra “z”. Se notaba a distancia que aquel niño era un poco especial.

De repente, Félix oyó un ruido que le estremeció.

- Oink, oink.

Félix se asustó, cogió su mochila y sacó su arma de confianza, una zanahoria. Félix no destacaba ni por su físico ni por su inteligencia.

-Oink, oink.

Entonces, una especie de bola de grasa rosa saltó delante suyo. Era un cerdito. El joven se acercó el cerdito con cuidado, ya que no sabía que era. El cerdo se acercó hacía él, lo suficiente para que Félix se asustara y se le cayera la zanahoria. El cerdo había conseguido lo que quería. Gustosamente empezó a comerse su premio. Félix se armó de valor y decidió acercarse lentamente hacia el animal. Cuando ya estaba a unos pocos centímetros, decidió tocarlo. El animal ni siquiera se inmutó y siguió comiendo su zanahoria. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el animal era inofensivo. Se agachó para verlo mejor y advirtió que el animal llevaba un collar rojo en el cuello. En el collar, había una chapa con forma de zanahoria en la que se podía leer el nombre de Roller. Entonces Félix le preguntó al cerdo. -¿Te llamaz Roller?

Este le respondió con un ligero bufido sin levantar la vista de la zanahoria. Félix no sabía qué hacer en esa situación, ese bicho sería la mascota de alguien, así que decidió quedarse a esperar con él. Al momento, llegó un niño más bajo que Félix, pero que aparentaba una edad similar. Cuando vio al cerdo exclamó. -¡A si qué estabas aquí!-

Félix examinó al niño. Era bajito y delgaducho, por lo que sus ropas le quedaban enormes; pero, como Félix, parecía tener algo especial. Fue entonces cuando el joven se fijó en Félix. -¿Quién eres tú?- le preguntó.

-Me llamo Félix ¿Y tú, cómo te llamaz? -. respondió Félix.

-Yo me llamo Ralf, y este es mi cerdito Roller.-

-¿Tu qué?- preguntó Félix. -Mi cerdo.- respondió Ralf.

Félix nunca había visto un cerdo. -Nunca había vizto un zerdo. Ez muy bonito.- dijo Félix.

-Es mi mascota desde que era pequeño.- dijo Ralf.

-Yo también tengo una mazcota, ze llama Golozina, ez un unicornio que vuela y tira arcoiriz por el cuerno.- afirmó Félix. -¿Y dónde está?- preguntó Ralf no muy convencido.

-Ahí.- dijo Félix señalando la otra esquina del parque.

Ralf se giró para ver al unicornio, pero lógicamente, no vio nada.

-No lo veo -dijo Ralf.

-Ez que ez imbizible - argumentó Félix. -Yo creo que te lo estás imaginando. -¡No! -gritó Félix. Mi unicornio es real. Me lleva los viernes a la tarde volando desde el colegio hasta mi casa.

-Vale, vale- dijo Ralf, todavía no convencido del todo. -¿Quierez zer mi amigo?- preguntó Félix. -Vale. - dijo Ralf. Zí, mi primer amigo- gritó Félix emocionado. -¿No tienes amigos?- preguntó Ralf.

Zi … pero miz amigoz me hazen daño, no zaben dar abrazoz.- dijo Félix. -¡Viviremoz muchaz aventuraz!-

Y así es como Félix consiguió su primer amigo.

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