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David García

La criatura

Llovía como pocas veces había llovido ninguna noche en aquel tranquilo pueblo, se oía el estruendo de los truenos que se precipitaban contra la tierra. La puerta de la casa estaba cerrada, por lo que las luces azules y rojas del coche patrulla se reflejaban en ella. La fachada de la casa tenía un aspecto corriente pero parecía que su interior estuviese deshabitado.

—¿Es está la casa de la que se han quejado?—pregunto David, el jefe de la comisaría de Hawkins.

—Si, esta es la casa—contestó Max, el nuevo de la comisaría y por ello el objeto de burla de todos los demás policía.

David se acercó un poco cauteloso hacia la puerta subiendo los tres peldaños que llevaban al porche. Estaba plantado delante de la puerta, como si estuviese analizando cada astilla que la componía. Percibía un extraño aroma que no conseguía reconocer por muchas veces que inhalase el aire. Al fijarse en la ausencia de timbre toco tres veces la puerta de color blanco roto.

—Policía de Hawkins, los vecinos se han quejado por unos ruidos extraños. ¿Está todo bien?—gritó David sin obtener respuesta alguna.

—Será otra broma de los hijos de los Jonson, vuelve al coche te estas empapando— dijo Max desde el interior del coche.

David retrocedió y comenzó a bajar las escaleras dirigiéndose al coche. Mientras, pensaba en el malgasto de tiempo que habían echo al ir a asta ahí. Pero lo que más lo enfurecía era que por culpa de ese aviso no había podido ir a la cena que tenía prevista con su mujer. Con todos estos pensamientos en la cabeza se disponía a pisar el último escalón cuando escucho un sonido estridente. Al escuchar esto David fue fugazmente hacia la puerta y se puso enfrente de esta.

—¡Max, coge tu arma y ven aquí ya!— ordenó bruscamente. Max sin preguntar ni rechistar cogió su revólver y fue corriendo hasta donde estaba David.

—Policía de Hawkins, vamos a entrar!— grito David en modo de advertencia para los posibles individuos que estuviesen dentro.

En cuanto Max se puso al lado de David este cogió carrerilla, toda la que pudo debido al pequeño tamaño del porche, y con una patada tiro la dura puerta abajo. Rápidamente los agentes desenfundaron su revólver y se precipitaron a entrar.

—No hay luz, saca la linterna— ordeno a Max quien sacó la linterna y se la pasó.

La casa estaba totalmente a oscuras, la única luz que se veía eran los truenos del exterior. David comenzó a alumbrar el pasillo de la entrada de la casa, la casa parecí estar desvalijada. Todos los muebles estaban volcados y había cristales por todo el suelo. David piso una lámpara totalmente destrozada, ya que la base de esta era de cristal, y supuso que ese había sido el ruido que había escuchado.

—Que demonios ha pasado aquí, parece que haya pasado un tornado— dijo Max, que parecía estar un poco atemorizado ante la situación en la que se encontraban.

—No lo se, pero parece que esta no es una broma de los Jonson— contestó sarcásticamente David, aunque se veía que también estaba asustado.

Los dos policías se dirigieron lentamente hasta la cocina, sin separarse demasiado el uno del otro. Una vez en ella vieron un reguero voluminoso de sangre, parecido al que se suelen ver en las películas de terror o suspense, dicho reguero subía las escaleras. La cocina parecía la parte de la casa más caótica, la comida estaba desparramada por el suelo y los cubiertos por la encimara. Los dos hombres se pusieron a subir las escaleras en busca del dueño de la sangre.

Una vez subida la escalera vieron que la sangre llevaba a lo que parecía ser el dormitorio principal. La puerta estaba entre abierta tirando a cerrada, pero se podía oír un extraño ruido que provenía del interior. El ruido era como si alguien estuviese sorbiendo un refresco.

—¿Qué es ese ruido?— pregunto Max inquietado debido a la rareza del sonido.

—No lo se— respondió David nervioso. Abrió la puerta de golpe, y ambos se quedaron de piedra ante lo que vieron.

En la cama estaba tumbada una mujer de mediana edad totalmente ensangrentada. Encima de ella había una extraña criatura, que parecía estar sorbiéndole la sangre.

La criatura de aspecto a reptil tenía la piel totalmente recubierta de escamas, y unos ojos verdosos que se te quedaban clavados en la memoria. Tenía el tamaño de un perro grande y se apoyaba sobre las cuatro patas, pero se veía que podía ampollarse sobre las dos patas traseras. Tenía un color verdusco con motas y rallas azules, y una larga cola acabada en forma puntiaguda.

La criatura no se dio cuenta de la presencia de los dos nombres hasta que David la apuntó con la Luz de la linterna. La criatura se asustó y comenzó a chillar, emitía un estruendo ensordecedor.

Acto seguido Max apuntó firmemente a la extraña criatura con la boca llena de sangre. Max apretó el gatillo rápidamente disparando a la criatura y acertando en una pata trasera.

—¡Buen disparo!— celebró David.

La criatura asustada y herida no vio otra salida aparte de la ventana, así que se lanzó contra ella para escapar. Cuando David se asomó a la ventana la criatura había desparecido, dejando un reguero de sangre.

Resultó que en aquella casa vivía una pareja ya jubilada. La mujer, Marta, murió por heridas de garras y mordiscos, además le faltaba la mitad de la sangre. Bob, su marido, desapareció aquel día y nunca se le volvió a ver, al igual que a la criatura.

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